Se acabó el Kit Kat. Pues bien, aterrizada ya después de unos días de vacaciones reinicio mi Tam Tam personal. Lo curioso de estos días ha sido que escribiendo, escribiendo han salido todo tipo de cosas, que irán cayendo por aquí, pero lo que un día salió sin más fue esto, un antes y un después. Todo tiene su explicación, tengo una gran amiga que su verano ha sido un desastre, una agonía ver como su madre empeoraba día a día, se ha tenido que acostumbrar a oír: mejorar no va a mejorar, que siga igual un milagro (manda leches) y empeorar seguro, no le queda mucho, así que después de escucharla cómo, con todo tipo de detalles, ha hablado de ella y curiosamente no del presente sino de su juventud, de cómo ha sido su vida, de que era una romántica empedernida y eso sin regocijarse en su irremediable enfermedad, surgió en mi cabeza una vida cualquiera, una vida más… en la ciudad preferida de su hija, va por ti Neli.
A medida que pasan los años, todos deseamos estar rodeados de aquellos que nos aman, que nos quieren de verdad y la madre de Neli ha tenido y tiene amor a raudales, atenciones infinitas y tu sin demostrar nunca el cansancio.
¿Todo empezó así? ¿O no?
Abrí la puerta y solté la maleta, tiré el bolso sobre la cama y me dejé caer sobre la otra, con los brazos abiertos en un gesto que creo que hacemos casi todos los humanos cuando entramos por primera vez a la habitación de un hotel.
Clavé la mirada en el techo y me fui abandonando a un sin dormir que no me dejaba ni parpadear, froté mis pies y me desprendí de los zapatos y sin cambiar de postura mantuve una sensación de bienestar, de paz, de mi propio olor y me dejé apoderar por el sopor, segundos o minutos pasaron hasta que decidí incorporarme y me quedé sentada sobre la cama. No tenía la entrevista con el editor hasta la cena.
El taxi nos acerca al Hotel, aquel que me dio la oportunidad de conocerte, luce un sol espléndido y bajo del coche con inseguridad, me alargas la mano para ayudarme, me duelen los huesos, aún no me he acostumbrado que debas hacerlo tan a menudo, me dedicas una sonrisa a modo de ven pequeña y te devuelvo la mía. Mecánicamente logro que mis piernas se pongan en marcha, moviéndolas poco a poco, logro salir y andar con inseguridad, recuerdo mis traspiés y tu lo intuyes, me coges aún más fuerte.
Parece que no hayan pasado los años, alguna lámpara y una mano de pintura más actual, pero todo sigue igual, nos acercamos al ascensor, piso segundo, aún apoyada en ti entramos en la habitación. Doy por imposible lanzarme sobre la cama...
Bajé al restaurante, bonito y sin grandes lujos, me senté en la mesa junto a la terraza y abrí mi libreta de apuntes garabateando algunas líneas que me danzaban en la cabeza desde hacía un rato. Al principio no te vi, te acercaste tu y te presentaste. – ¿señorita Helena? Soy Luca Ambroggio de la revista Messura, - ¡Ah! si soy yo Helena, Helena Ponce, encantada, me levanté y te di la mano. Estuvimos hablando de la revista, del artículo que estaba escribiendo, el primer borrador te había encantado y te interesaste por otro posible artículo para la próxima edición, cuando ya habíamos acabado el café me propusiste enseñarme Roma…
Me pongo frente al espejo, no me he acostumbrado a que mis piernas se hayan arqueado, mis manos no respondan igual y mi mente sea cada vez más lenta, puñetera enfermedad, pero debo apresurarme si quiero arreglarme a tiempo. Tengo el vestido preparado y los zapatos junto a la cama, me visto lentamente y con cuidado, levanto la mirada para ver el resultado… ahí veo a Luca tras de mi mirándome. - ¿Te acuerdas? – le pregunto – Si, cómo voy a olvidarlo, todos y cada uno de los detalles me lo recuerdan, cuántos años y cuántas ilusiones.
Sonrío aunque se que muchas de ellas no se cumplirán, pero muchas otras si se han cumplido, con eso me quedo. – Toma Helena – y me acerca una caja de color marfil con un gran lazo color burdeos, apresuradamente la abro y veo un precioso vestido azul celeste, se me dibuja una sonrisa cubrirá mejor mis torpes piernas, noto la emoción e intento disimularla, me he vuelto de lágrima fácil y pasan imágenes de cuando le conocí por mi cabeza como si de una película antigua se tratara…
Me pierdo por Roma, sus calles, sus historias, sus gentes y Luca… no logro entender qué es lo que estás despertando en mi pero eres como un libro lleno de historias a todo color, me paseas por todos los rincones de la ciudad. Después de pasear por la fabulosa piazza Navonna nos acercamos a una cafetería. A simple vista no tiene nada de particular, un cartel simple donde pone café Sant’ Eustachio – aquí saborearás el mejor café del mundo, fíjate que el encargado de la máquina de café está de espaldas al público – me dijo Luca, - hasta 4.000 cafés al día se preparan. Al entrar en la pequeña plaza de la Fontana di Trevi me da un vuelco el corazón cuánta belleza, la fuente de los cuatro ríos, demostración de rivalidad entre dos artistas Borromini y Bernini, me explicaste que parece ser que el último temía que se derrumbara su obra ya que Borromini había construido la Iglesia Sant’Agnese in Agone justo en frente y la figura que representa a uno de los ríos alza la mano protegiéndose, cuánta ironía…
Luca ha reservado la mesa junto a la terraza, bajamos pronto con mis puñeteros movimientos pausados, debo tomarme mi tiempo. La cena ha sigo exquisita y el vino delicioso, ¡cómo no! no hemos parado de hablar, de la revista, de los paseos por la ciudad, Luca dejó Roma por mi - jamás me arrepentiré de dejar esta ciudad, cuando amas tus orígenes nunca dejas de llevarlos contigo y la recompensa valía la pena, no lo dudé ni un momento. Nos hemos reído y nos hemos atropellado, yo más que él, apuntando alguna anécdota. Coges mi mano entre las tuyas, qué afortunada soy.
Parece que nos conocemos de toda la vida, me gusta y siento cosquillas cada vez que me miras a los ojos. La noche antes de irme decidimos cenar en la misma mesa del rincón y tras recordar la ruta turística de la ciudad de la plata me rozas la mano… una descarga me recorre todo el cuerpo y respondo a tu gesto dándote la mía, a partir de ahí una vida…
Han mermado mis movimientos pero Luca sabe cómo y cuando sacar un conejo de una chistera, sabe adaptarse y hace sentirme la mujer más bella del mundo, ayuda a quitarme el magnífico vestido nuevo y acostados uno junto al otro nos dejamos llevar por los recuerdos de Roma que permanecerán en nuestra memoria…
Neli tu madre es muy afortunada por estar acompañada de los suyos, que a pesar de su enfermedad le han dado la mano para acompañarla, deja buenos y grandes recuerdos…