NOTAS

Cosecha propia. Andando por ahí, recojo una a una sonrisas que voy encontrando en mi paseo. Algunas llevan un abrazo con lazo zapatero al cuello y me envuelven con historias que se cuelan en mi cerebro y me reconfortan. Sonrisas que llegan de cualquier lugar, incluso en pobres brisas marinas, sonrisas cómplices y muy valiosas. Miro mi bolsillo y está lleno de ellas y las noto, qué gran cosecha, será una buena siembra? O será que tengo los mejores amigos del universo????

miércoles, 19 de diciembre de 2012

MARTÍN Y YO


Llegué a mi mesa de solo matutino, situada en una calle céntrica de la ciudad, allí conviven teatros, antros vespertinos, ahora durmiendo la resaca, emisoras de radio y mi cafetería con solera y años. Me gusta jugar a inventarme historias y aquí con lápiz y papel en mano me dedico unos minutos diarios a divagar y garabatear. Levantando la vista, observo pasar a la gente y me imagino sus vidas, apuesto si se sentarán a tomar un café con leche y unas veces acierto y otras no, pero ayer fijé mi mirada en alguien que siempre está allí a la misma hora, un hombre cualquiera, de edad avanzada, con un gorro de lana hendido hasta las cejas y siempre acompañado de una caja con banco incorporado, que incluye betún, cepillos, trapos y un frasco de anilina, permanecía sentado frente al café del teatro sumergido en sus pensamientos.

Tuve la necesidad imperiosa de ir y sentarme a su lado y preguntar, saber, en fin, que me contara… casi sin darme cuenta pagué mi consumición y me acerqué a él. Alzó su mirada – ¿quiere que le limpie las botas señorita? – me preguntó y me ofreció asiento en su banco todo en uno. Y allí sentada, no sabía aún cómo, empezó a extender betún sobre ellas. Ahí empezó todo, una conversación entrañable entre Martín y yo.

- ¿Hace mucho que se dedica a esta profesión? – le pregunté. – Llevo 50 años, pero entonces eran otros tiempos y yo era uno de los que más prestigiosa clientela tenía, a Martín le conocía toda la burguesía catalana – recordaba.

- Empecé a trabajar en las Ramblas cuando sólo era un chaval, éramos más de 20 sólo en esa calle y trabajábamos en los mejores restaurantes de la ciudad. Esta profesión desaparecerá, la crisis, el calzado deportivo y sobre todo porque ahora a la gente le da vergüenza que les vean cómo les limpian los zapatos. Por mis manos han pasado los zapatos más prestigiosos.

-Desde el suelo habrá visto y oído mucho...

-Muchísimo, pero lo que se escucha, aquí se queda, secreto de confesión - sonríe.

-Tuve buenísimos clientes, que traían a sus hijos y esos a los suyos, generación tras generación. Pero hoy sus nietos ya no vienen a que les limpie los zapatos. Así que yo también seré el último en esta cadena, seguiré hasta que el cuerpo aguante. Si dejo de limpiar zapatos, duraré dos días. Llevó cincuenta años trabajando.

-¿Siempre fue limpiabotas? – le pregunté.

-Empecé siendo aprendiz de zapatero, limpiando zapatos y acabé de limpiabotas, mire empecé cobrando cuarenta céntimos y ahora cobro 4 €, lo mismo que hace cinco años, ya sabe la crisis.

-El uso masivo de calzado deportivo le habrá perjudicado mucho.

-Ni se lo puede llegar a imaginar, la gente se los limpia en casa y la gente joven usa deportivas, cuando empecé, todo el mundo llevaba zapatos y había limpiabotas en todos los locales, la clientela se ha ido perdiendo. Pero fíjese que aquí en la emisora de radio tengo varias clientas que me traen los zapatos para que se los limpie y luego los recogen, el trabajo ha ido cambiando, eso no les incomoda tanto.

Por delante han pasado una pareja de turistas que nos han mirado, mejor dicho, me han mirado con cara de sorpresa.

- Ja, Ja, a ellos les extraña, no sufra – se ríe Martín. A ellos no les puedo limpiar los zapatos viene todo el año con playeras.

- Cuánta psicología Martín – me río.

- Sí, si, por los zapatos se cómo son las personas…

- Martín ¿cuánto le debo?

- Hoy invita la casa, pero debe prometerme que volverá, así me cuenta que hoy solamente hemos hablado de mi – me guiña un ojo y me sonrojo.

Al llegar al despacho me pongo a buscar y descubro que Martín Luther King también fue limpiabotas...

Nos volveremos a ver...