Un solo álbum Grace es lo que dejó Jeff Buckley (1966-1997)
antes de morir ahogado a los 30 años y justo antes de empezar a grabar su
segundo disco My Sweetheart the Drunk.
Una pizca de heavy metal, una pequeña
dosis de pop-rock, jazz, folkie, sensibilidad y fuerza a la vez. Impecables composiciones,
con letras cuidadísimas y brillantes melodías, interpretadas de forma sublime
por una de las voces más privilegiadas que uno haya escuchado.
A veces parece que su voz esté a
punto de romperse de un momento a otro. Cuando escuchas sus temas crees que
nunca va a llegar a más o incluso más profundo, pero en el momento menos
pensado saca un falsete, un suspiro o cualquier recurso, que su voz le permitía
sin problemas, para inmovilizarte e hipnotizarte en la ejecución de las melodías.
Su voz era rica en texturas, era un cruce entre Robert Plant y Van Morrison.
Uno de los mejores vocalistas de
todos los tiempos, que tenía la habilidad de cantar a capela, casi en susurros en
un antro hasta los topes y no se oía ni una mosca, eso no es solamente
habilidad técnica y/o musical, eso es algo más.
Siempre me ha parecido una joya
el primer y único álbum del genial songwriter
Jeff Buckley. Los diez temas que componen Grace, me
parecen simplemente extraordinarios.
La primera vez que escuché algo de
Buckley, hace ya unos cuantos años, fue precisamente Lover, You Should´ve Come Over y Forget her, Con tintes de gospel y blues, me dejaron
alucinada y pensé ¡Si señor! Quién narices será este tío, quiero sus discos,
pero sólo había uno. Siempre es un lujazo escucharlo y saborear a este genio, como
yo estos últimos días.
Lilac Wine, un tema de J. Shelton más conocido por la
versión de Nina Simone, vuelve a dejarme con la boca abierta. Prácticamente
sólo se oye al vocalista acompañado por el leve siseo de una guitarra eléctrica
y una más que contenida sección rítmica.
So Real, yo lo definiría como un tema poderoso.
Uno de los buenos momentos del álbum,
uno de sus mejores cover, el Hallelujah
de Cohen es absolutamente brutal. Parece como si Cohen hubiera escrito el
tema pensando en la voz de Buckley que con la única compañía de una guitarra
consigue alucinarnos una vez más.
Así es Grace,
un álbum imposible de encasillar.