NOTAS

Cosecha propia. Andando por ahí, recojo una a una sonrisas que voy encontrando en mi paseo. Algunas llevan un abrazo con lazo zapatero al cuello y me envuelven con historias que se cuelan en mi cerebro y me reconfortan. Sonrisas que llegan de cualquier lugar, incluso en pobres brisas marinas, sonrisas cómplices y muy valiosas. Miro mi bolsillo y está lleno de ellas y las noto, qué gran cosecha, será una buena siembra? O será que tengo los mejores amigos del universo????

viernes, 1 de febrero de 2013

MIS CARTAS

Porque hacer limpieza general en casa te lleva a descubrir cosillas, escribí esto y hoy es la ocasión perfecta para subirlo.


Tan sólo llegar a la estación ya me dí cuenta, me había dejado el móvil en casa. Dentro de mi desorden, soy bastante ordenada para según qué cosas. Ahora que ya he pasado del zapatófono prehistórico, sin Internet, a la generación del terminal táctil, va y se queda durmiendo en la nueva funda comprada en los chinos.

En fin, estar durante la mañana desconectada del mundo, que realmente no es así porque estoy en el despacho frente al ordenador y sentada junto a una centralita con tropecientas líneas, lo que es aislada no estaba. Conforme iban pasando las horas me di cuenta que ups, poco a poco, sentía una liberación…

Pensé en Luís, que vive conectado al iphone, como si el universo se tuviera que parar si no lo tiene a mano, en Javi, que mira su LG cada minuto y medio aunque yo le esté contando mis historias, en mis amigas, pendientes todo el puñetero día de los whatsapps…

Y mientras esperaba el tren de vuelta, pensaba en nuestra generación, la que hemos crecido dentro de cabinas de teléfono, con fijo y sin móvil (hablando bajito, bajito antes de que llegaran los inalámbricos, porque la familia pululaba alrededor con la antena parabólica puesta). ¿Internet?, ¿mails?, mejor lo dejo en señales de humo…

No, no, no quiero parecer doña Rogelia, no, pero si comparo cuando escribo (que yo aún escribo con lápiz y papel) con Arial, 12 no tiene comparación…

¡Ay! Entonces me entra esa vena mía y me planteo que incluso escribir en mi blog es impersonal, algo así como lanzar una botella al mar, con la misma letra, el mismo color y me paro a mirar mi letra y mis eses son garabatos parecidos al ocho, mis emes pequeñas montañitas.

Y como mi coco acostumbra a ir de aquella manera, me lleva a recordar que en casa, entre otras muchas cosas mías que siguen allí llenas de pequeños recuerdos, aún tengo guardadas varias cajas llenas de cartas, cartas ordenadas por remitente y además por fechas, cartas con sus sobres y sus sellos, si, si entonces compraba sellos, con todas sus letras, nada de eso de comerme las haches para ahorrar tiempo, con puntos y comas. Decenas de folios, algunos roñosos leídos y releídos, llenos de palabras que en su día eran actualidad y ahora ya forman un capítulo de mi biografía.

Cartas de amigos, como S. mi amigo belga, en francés, no te lo pierdas, con frases un poco cursis de un primer amor, de amigas como G. explicándonos la vida como si no nos viéramos nunca, con pelos y señales, no nos dejábamos nada, de Juanjo cuando nos enviábamos cartas casi cada día simplemente por leernos antes de dormir.

Y claro pensé que ya nadie escribe cartas. Cómo me arrepentí de haber tirado los dos años de cartas de H., estaba tan enfadada esa tarde…

Ahora no saben lo que es esperar el correo, que el buzón esté vacío otra día más, ni lo que se siente cuando abres el sobre que estabas esperando hace días, es que haber nacido con Internet de serie… Me gusta pensar que, en alguna parte, alguien aún conserva alguna carta mía.