Tan
abstraída estaba en la rutina que ni noté que el sueño me invadía. En ese
preciso instante sentí, otra vez, aquella punción en el pecho. Descargaba otra
tormenta y me llovía por dentro, era una lluvia lenta, de esas que penetran
abrazando y se deslizan sobre la piel, limpia, pura y cálida. Me estremecí,
porque un día salté con fuerza sobre el agua y me reencontré con mi otro yo…
Soy
alguien que se renueva con la lluvia de primavera, soy alguien que se
reinventó, o mejor dicho, me obligaron a reinventarme como niña lluvia porque
me gustaba más que aquel papel de comedia que ellos querían que viviera y me
gustaba escuchar como una voz me susurraba al oído que se podían coleccionar
las nubes. La vocecita murmuraba… pasea en globo y recoge nubes…
Llovía
¿por qué siempre llueve en las despedidas? Yo también lloviznaba, en modo
primavera, lentamente y mojándome en silencio, seguí andando sin un destino en
mente y dejé que fuera él quien me dirigiera, por eso estoy segura que en ese
momento manejaba mis hilos para que yo girara en ese desvío y ahí aparqué
acompasada y lenta.
Yo
no escucho la lluvia yo la siento…