PAUSA
Mi estabilidad reside en el orden que tejo día a día pasito a pasito. Aunque a la vista de todos parece que va a mil por hora, la lentitud interior la he adoptado como modo de vida. En el
sentirme como si me estuviera reconociendo. Pero somos vulnerables …
como las amapolas que crecen fuertes en los solares, o las hojas caídas
que crean alfombras. Brillan con luz propia, pero ah, cuidado si las
pisas, crujen, lloran. La calma se rompe porque se lo permitimos. Igual
que permitimos que se nos rompa.
¿Cuántas veces escuchamos que debemos ser fuertes, auto suficientes, valientes e independientes? Como si la fragilidad fuese un defecto a corregir, un mal innato. ¿Quién es más fuerte, el que acepta ser vulnerable o el que tacha esa palabra de su diccionario mental y pasa, como pasa la vida … ? Pausar la vida crea adicción, al disfrute de cada pequeño detalle, a saberte seguro, arropado, porque sólo desde ese estado decidiste parar. Pausar la vida tiene un peligro, que la vida decida girar más rápido que tú. Entonces es cuando llega el vértigo, el miedo. Es el momento en el que todos tus fantasmas campan libres por tu insomnio.
Hay días, pocos días, pero los hay, en los que me crecen incertidumbres en el patio. Y me descoloco. Y sólo quiero que la vida se coloque por mí.
...si fuese una flor, sería amapola. Ya me lo
dijeron hace tiempo, estoy hecha de hojas caídas de otoño.